Son las nueve de la mañana y Erika debe ir a trabajar como lo hace de lunes a domingo, exceptuando los jueves en un restaurante en la ciudad de Guayaquil, su horario laboral es de 14 horas diarias sin pago de las horas extras.
Al preguntarle por qué no denuncia al ministerios laboral, indica que sería perder el tiempo porque es más probable que salgan a favor del empleador que del empleado, comentando: “No puedo perder el tiempo en ir de un lugar al otro para que nadie resuelva nada tengo 4 hijas y deudas que cubrir junto a mi esposo que es taxista”.
Es la realidad de más de uno de los hogares de las familias ecuatorianas, donde no prevalecen los derechos del trabajador siendo sometidos a la explotación cotidiana, pues los ciudadanos ecuatorianos no solamente carecen de información, también se sienten vulnerados de sus derechos como trabajadores.
Patricia nos cuenta que mientras realizaba su tesis para graduarse de ingeniera financiera encontró la posibilidad de un trabajo como contadora en una empresa, después le propusieron el puesto como asistencia de gerencia, sin capacitación alguna y sin ningún tipo de seguro. Ella se acercó a las instalaciones del ministerio laboral, quienes mencionaron que revisarían su caso, pero hasta el día de hoy no fue resuelto.
La situación laboral es una historia repetitiva que tiene más incertidumbres que preguntas contestadas, mientras el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) posterga la actualización de la tasa de desempleo, debido a las recomendaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) para modificar estrategias y el Misterio de trabajo no mantiene un vínculo más estrecho con el control y la regulación de las actividades laborales. ¿Quién toma partida de los derechos de los empleados y da una solución a la incertidumbre económica de más de la mitad de la población ecuatoriana?
En el Ecuador se mantiene la esperanza a media sobre soluciones en regulaciones laborales y un justo desarrollo económico, quedando la resistencia como autodefensa de un país lleno de promesas y pocas realidades.